domingo, 1 de abril de 2012

Libérate de las frustraciones


Es un signo de madurez aceptar la realidad tal cual es

Las cosas no siempre salen como queremos y, la mayoría de las veces, no es por falta de ganas sino porque son muchos los hilos que mueven el mundo y que se escapan de nuestro control. Y ante eso, solamente tenemos dos opciones: enfadarnos o asumir con entereza los contratiempos.

"En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada", decía el político Franklin Roosevelt. Visto así, es mejor frustrarse por no alcanzar nuestros sueños, que vivir una vida vacía, sin ilusiones ni retos. De lo que se trata, sin embargo, es de aprender a encajar los golpes tan bien como podamos. Eso no significa que debamos resignarnos o conformarnos con lo que "nos ha tocado vivir". Ni mucho menos. Para no volver a fallar el tiro, bastará con afinar la puntería, acercarnos un poco más al objetivo o bien esperar a que amaine el viento. "Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida", aseguraba el dramaturgo austríaco Arthur Schnitzler.

Replantéate tus objetivos

  • Baja las expectativas. Calibrar de lo que somos o no somos capaces es tarea delicada. Si la meta es demasiado alta, la posibilidad de fracasar también es muy elevada”, afirma el filósofo José Antonio Marina en su libro “La inteligencia fracasada”. Ponte a pensar si estás pidiendo demasiado y, si es así, baja el listón. Es como apostar en la bolsa: cuanto más altas sean tus inversiones (tus expectativas), mayor será el riesgo.
  • Busca la lógica.Emprender metas contradictorias –prosigue Marina- produce inevitables fracasos”. Para evitar la decepción, deberás plantearte no sólo sueños alcanzables sino compatibles entre sí: trabajar menos horas es compatible con tu deseo de pasar más tiempo con tus hijos, pero puede ser incompatible con el de ahorrar más dinero. Si te das cuenta de que estás persiguiendo metas imposibles, lo único que tienes que hacer es priorizar: primero una y después la otra. Tal y como recoge el refranero popular: “No se puede estar en misa y repicando”.

Aprende a asumir la realidad

  • Disfruta de lo que eres y tienes. En lugar de sentirte desdichado/a o insatisfecho/a por todo lo que no puedes hacer por falta de dinero, salud, tiempo, contactos, etc. Piensa en cómo puedes sacar el máximo provecho a tu vida con las valiosas herramientas que sí tienes a tu alcance. Si tu mente está ocupada dando vueltas a todo eso a lo que has renunciado por ser madre/padre, tener que pagar una hipoteca, estudiar y trabajar a la vez, etc. La frustración te perseguirá sea cual sea el proyecto que emprendas. “Todo depende de dónde decides poner tu atención: en lo que consigues o a lo que renuncias. Una vez más… tú eliges”, advierte Carlos Odriozola, autor de “Psicología práctica para la vida”.
  • Dirige tu energía. Intenta centrarte en la solución y no en el resultado de tus esfuerzos. Si no quedan plazas libres en ese taller al que querías ir, no te paralices ni maldigas tu mala suerte. Invierte toda tu energía en buscar una alternativa. El plan B, en numerosas ocasiones, acaba siendo mejor que el A porque no depositamos en él tantas expectativas.
  • Fluye con la vida. Nos resistimos y enfadamos con el mundo porque hay algo que no estamos aceptando. Si analizas qué es –que los cambios no llegan cuando más los necesitas, que no tienes poderes para prever el futuro, que no puedes parar la lluvia con un chasquido de dedos, que no está en tu mano cambiar el humor de las personas que te rodean, etc.-, dejarás de nadar a contracorriente.
  • Cambia la actitud. Según la terapeuta Elsa Punset, “cuanto más tiempo vivimos presa de nuestras emociones negativas –ira, frustración, etc.-, más se instalan en nuestra mente”. A veces, nuestra decepción está plenamente justificada, pero si nos quedamos encallados en el victimismo, la injusticia o la impotencia, sólo lograremos aumentar nuestro resentimiento. No lo olvides: no eres responsable de lo que sucede a tu alrededor, pero sí de lo que sientes.
  • No todo está perdido. La decepción nos informa de que nuestras esperanzas no se han hecho realidad, pero nada dice sobre si se van o no a cumplir en el futuro. Así que no renuncies a tus sueños a la primera de cambio. Einstein sostenía que “la diferencia entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión persistente”.

ENCUENTRA TU EQUILIBRIO INTERIOR

¿Quieres empezar a tomarte las cosas con más filosofía? El secreto está en no dejar de creer en ti, pase lo que pase. Las personas que tienen un buen nivel de autoestima han aprendido precisamente a eso: a capear el temporal sin perder la boya que les mantiene anclados en su centro.

  • CAMBIA EL ENFOQUE. ¿Qué el regalo que has hecho con tanta ilusión no ha tenido la buena acogida que esperabas? ¿Qué no has conseguido ese ascenso por el que tanto has luchado? No otorgues el poder de tu vida a los demás ni a factores externos, ajenos a tu voluntad. Si desdramatizas y lo analizas con un poco de perspectiva, llegarás a la conclusión de que no merece la pena dedicar toda tu energía a eso que te está desestabilizando. “La conducta del hombre –decía el psiquiatra y superviviente al holocausto Viktor E. Frankl- no viene dictada por las circunstancias que encuentra, sino por las decisiones que toma”.
  • DA TU BRAZO A TORCER. Nos sentimos frustrados cuando nuestro orgullo, que crece con la aprobación de los demás y siempre quiere salir airoso de cualquier batalla, queda malherido. Las personas que aprenden a aceptar un “no” por respuesta o que saben retirarse a tiempo, aunque sólo sea para planear una estrategia más ingeniosa, tal vez llegan un poco más tarde a la meta, pero en mejores condiciones. “Hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria”, aseguraba el escritor argentino Jorge Luis Borges.

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